Ab-zurdo #69
Ab-zurdo #69
Rex hizo a un lado su pelo para descubrir su pálida cara de mil nostalgias. Abrió sus ojos azules y dirigió una mirada al infinito. Suspiró y le dijo a Charlene:
- Eres la culpa de platino, bendita azucena de destellos, ávida de disculpas.
Charlene, encogida en su sillón favorito, no quiso comprometerse. Para ella todo era definitivo y sin medias tintas. O era cielo, o era infierno. Amor o indiferencia. Bendición o condena. Adelante o detrás. Pobrecilla, estaba pereciendo en esta cultura de grises. En esta política de ambigüedades. En este mundo anfibio, equívoco, confuso y fantasmal.
Los dos tenían miedo de tener miedo. A pesar de haber entrado al volcán y haber salido con vida. A pesar de todas esas noches de experimentar. A pesar de aquellas flores marchitas. A pesar de salivar juntos ante las canciones de "no volverás".
El cartero llamó a la puerta con violencia. Era la hermosa postal que Charlene se había enviado a sí misma. Rex se rió de ella en si bemol. Ella supo entonces que la magia había acabado. Era hora de irse. Y siguiendo las reglas de indecisa decente, se bifurcó en 2 veleidosas: una de ellas se despidió de sus padres, y se metió al mar sin tomar aire. Y la otra se sentó frente a Rex, lamió su cara y dulcemente profirió:
- Jaque al Rey.
FIN
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