Thursday, September 14, 2006

Ab-zurdo #94

Ab-zurdo #94

Pavín era el perfecto generador de palabras erróneas. Ingenuo e inconcluso, acumulaba los postulados de la prensa rosa y respiraba las historias. Bajaba todas las noches a la taberna y se comía las colillas de cigarrillo que la gente le arrojaba. Pero si se sentía inspirado, compraba un puro Montecristo del número uno y se escarbaba con él el ombligo.

Por supuesto fue remiso del servicio militar, y ahí la choliza lo puso a fumar mota todos los días. De ahí le surgió un delirio que nos sorprendió a todos: las palabras ya no eran erróneas, sino embelesadoras y llenas de fe.

Uta, lo metimos de abogado, y él, mientras no parara el suplai de mota, convencía hasta a los más schwicks de dar los más imposibles veredictos. A huevo que seguí su causa, y sin pausas, llegamos a la cima. Pavín no sabía dónde se encontraba, ni nada, pero con su traje Boss de rayitas inspiraba terror y poder infinito.

Así que cuando llegó la quincena suprema, mi caudillo y yo bajamos al infierno, y sin titubear, el de la puerta nos dejó pasar. Al llegar a la pista, levantaron a los Azcárraga de una mesa pa que nos sentáramos Pavín y yo. Eso me llenó de una soberbia e histérica tranquilidad. Pero en eso me cayó el veinte, y Pavín cayó de su silla con cara de calaquita pelada.

Es que en el infierno no había mota.

FIN

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