Ab-zurdo #71
Ab-zurdo #71
Max siempre fue masivo. Se preocupaba por las masas, le escribía a las masas, adoraba los medios de las masas y creció con la cultura de las masas. Le gustaba meterse al slam en los más frenéticos conciertos de Ska, aunque saliera todo madreado. Hizo un viaje al Maracaná para ser parte de los disturbios. Cada manifestación en que había granaderos era como un orgasmo para él. Estudió a todo filósofo que hablaba de las masas.
Pero quiso ir más allá, y decidió destruir a las masas. Fue a capacitarse a Panamá 6 años y 2 en Afganistán. Se hizo un hombre duro y correoso. Las guerrillas le venían guangas, incluso las últimas campañas de los marines. Ni su madre, ni su sombra, ni su alma, ni su tucán sabían con quién trataban. Y no quiso dejar de lado la movida política. Así que asistió a todas las convenciones de Ginebra, de Varsovia y de Oslo. En la última, se hizo pasar por un diplomático senegalés. Opinaba y todos le aplaudían, excepto sus estupefactos compañeros de delegación, los cuales amanecieron con una estaca entre los ojos al siguiente día.
Al poco tiempo se enteró que la mafia mongola era la onda, tenían los mejores planes para destruir el mundo. Y se fue a vivir con ellos, sin comer ni dormir durante semanas. Le crecieron pelos de elefante, y se le cayeron las uñas de los pies. Pero él siguió ilusionado, pobrecito. Porque la destrucción nunca llegó. Murió seco como un olote. Pero despertó en el mundo prometido: él fue el original de donde clonaron a los súbditos del nuevo Kublai Khan. Y sin desearlo se convirtió en las masas. Hasta que un buen día, todos sus clones se aguadaron. El anticristo lloró al ver la música del terror cesar. Y Max nunca pudo disfrutar su angustia. Fue demasiado amor por un alma convertida en pompas de jabón.
FIN
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