Ab-zurdo #75
Ab-zurdo #75
Petra se sentó a un lado de la carretera. Estaba empezando a llover en el camino a Volendam. El cielo gris oscuro impedía ver el horizonte, y los campos de trigo se movían como el pelo de una rubia de concurso. Nikolai encendió sus audífonos y se desconectó de la realidad. Sólo vio a su furiosa interlocutora mover los labios articulando insultos de hierro. Prefirió evitar la sonrisa incontenible. Por fin, ella metió la cabecita entre las rodillas, y se resignó a esperar a Los Imperdonables.
En Tokio, Los Imperdonables seguían en la peda. Ni siquiera sabían dónde dejaron los boletos de avión, los cuales serían encontrados al día siguiente por la mucama violada. Uno de ellos empezó un tur sin retorno. El otro se envolvió en una sábana de chocolate, con una puberta del mismo sabor. Alguien mencionó la segunda guerra mundial, por lo que el último terminó vomitando su propio hígado.
Petra se empezó a rascar la pantorrilla herida, y su amasio filmó en su mente el espectáculo. De pronto, se detuvo una van con 6 chicas dentro. Nikolai miró a Petra con una indecisión de restorán. Pero la controvertida chiqueada sólo pudo lamer el viento de la van al alejarse con Nikolai, que se subió ya sin pantalones.
Las arpías iban decididas a terminar su último viaje haciendo mucho ruido. No soportarían ni un día más la maldita melancolía holandesa de aquellas sobrecogedoras tardes musgosas. Una de ellas ocultó en su sexo a Nikolai, y cuando ya iban en caída libre, eructó a otros dos hitch hikers, uno de los cuales creo que era yo.
La maldita Petra vio todo bajo la lastimera lluvia, con una risa interna que la acompañó hasta la tumba. Pero siempre mantuvo cariñosamente su envidia hacia nosotros, porque acabó nuestra espera. Quiero deciros, amigos, que esta vez tenéis mi perdón. Y que recordéis más que nada, que el amor es muy chingón.
FIN
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