Monday, October 17, 2005

Ab-zurdo #78

Ab-zurdo #78

Yo siempre quise ser como los campeones de yoyo Duncan. Cuando era chiquito, esos prietos y gordos individuos, con sus sacos baratos y su seriedad tan inalcanzable como sus suertes de pacotilla, eran mi modelo a seguir. Hoy los veo en la tele y tengo sentimientos encontrados.

El yoyo es el epítome de la paradoja de las repeticiones. El yoyo es equiparable a los mantras, o al santo rosario. Ese mensaje oculto encerrado en tan compacto y bendito pedazo de plástico, es el sagrario de las ilusiones ansiolíticas. Me pregunto por qué las niñas no compartían la gracia de Dios de esa manera. ¿Será por que son de otro planeta? Pero volviendo a la paradoja, ésta estriba en que al mismo tiempo las repeticiones nos hacen caer en un hipnótico placer de la insensibilidad, un imprudente pero bello entumecimiento de la razón, hasta perder el sentido de lo que estamos haciendo, deseando, logrando, amando, consumando, pasando y odiando.

Por qué, deseosos interlocutores, ocurre esto, ¿dónde queda entonces la mesura de la felicidad? ¿Habrá acaso una mezcla entre el ying y el yang de esta tribulación que nos atañe? ¿Una especie de Dalai Lama autista? ¿Y entonces, qué pasa con los estoicos campeones de raza de bronce, de dudosas pederastias? Desconozco la respuesta, pero con ello añadiré una cuenta más al largo hilo de perlas, del río de vuestras macabras intenciones, y la verdad me importa un comino si caen catatónicos o extasiados.

FIN.

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