Tuesday, July 15, 2008

Ab-zurdo #111

Ab-zurdo #111

"¿Sabes qué? Siempre sí voy a querer mi sandwichito", le dije a... a... no recuerdo su nombre, y ahora entre sus agonizantes sollozos no creo que me lo repita. El avión en que íbamos se había declarado muerto. Veintidós mil pies de distancia me separaban de un cocktail de sangre y fierros, cuyo ingrediente más ameno iba a ser aquella divertida audiencia de 202 cachirules.

¿Por qué será que a la mera hora me comporto distinto a todita la demás gente? En cuanto el capitán anunció el happening, alcé las cejas y oí chillidos como de puerco. Fue cuando sentí el derecho de exigirle a mi temida interlocutora que me devolviera el refrigerio que le había cedido ante una chusca obsesión que no había visto en mujer alguna. Fruncí los ojos y puse mi sonrisa de Botero.

Psicodelia, recuerdos chatos, y el teléfono de Chuyín el percusionista al que nunca le hablé, vinieron a mi mente. Levanté la cabeza de mi tridimensional amiga, de la ridícula posición de aterrizaje forzoso. Pude entonces ver sus blancos pechos, parecidos a los de la chica del mostrador que me pudo conseguir el asiento en el pasillo, y eso me excitó sobremanera.

Fulanita no sólo no me devolvió lo pedido, sino que, tomando de la mano al ingenuo pasajero de su derecha, esbozó una cruel sonrisa. Mire hacia atrás y grité enardecido: "¡Ya cállense, imbéciles!". Ella se sobresaltó y me dio ciento y tantos pesos, pero en puras moneditas de 20 centavos. El cuate de la derecha, que también dejó de gimotear para incorporarse, dijo "no mames".

Los restantes 2 minutos de fragor apantallante los pasé cantando una rola de José Alfredo, y el cuate me empezó a hacer segunda con mucha pachorra. Me rasqué la cabeza y dije: "no, compa, no va así". Él asintió y miró plácidamente por la ventanilla. Nuestra cachipolla puso cara de momia, y qué ironía, a ella que no le gustaba mezclarse con la plebe, cuando finalmente cayó el avión, sus restos se confundieron con los de otras 6 personas.

Yo me quité el cinturón, me sacudí el tizne, y puse cara de asquito ante tal birria. Ya en casa, decidí reclamar a la aerolínea, y miren ustedes lo que son las cosas: acabé ganando el juicio.

FIN