Thursday, January 18, 2007

Ab-zurdo #103

Ab-zurdo #103

Llegué con las manos en los bolsillos a aquel abarrotado café de ese país raro, en medio de aquella ridícula y encantadora neblina. No había ningún lugar libre, así que decidí desayunar un panecillo de ahí a la vuelta. Me dormí en un parque y cuando desperté ya eran las 6 de la tarde. Volví al café y tomé la única mesa vacía que habían dejado un par de viejitos australianos. Empecé a escribir un poema para M. aunque ya no la amaba. Y en eso llegó la bendición imperfecta y pelirroja, que me despertó como me despertó aquel solo de trompeta. Parándose frente a mí y tapándome el último resquicio de sol, me dijo en un inglés atropellado si podía sentarse conmigo y ya sudando le dije que sí. Al momento empezó a resonar en mi cabeza "Night and day, you are the one". Ella leía el periódico y yo pensaba en su desaliñado refinamiento y su aroma narcotizante. Al fin había encontrado un sueño al que le podía hablar. Y le hablé, esta vez sin mesurar mis encantos, hasta que cayó la noche, y ella me regaló una carcajada bajo la luz lunar, y yo dije, te extrañé. Ella sonrió en complicidad y encendió un cigarrillo de nostalgia. Ya no supe de mí hasta que desperté a su lado, en su casita como de juguete, no supe ni cómo llegamos a aquel lugar. Me volví a abrazar a su desnudez, suspiré y decidí que era feliz.

FIN

Saturday, January 06, 2007

Ab-zurdo #102

Ab-zurdo #102

Elton regresó al bar y el humo de su bebida le empañó los lentes. Alguien llegó y lo tomó de la mano. Ella pidió agua bendita con vodka. Hablaron de todo menos de sus defectos. ¿Cómo era que lo habían dejado así, después de aquel velorio? Si él adoraba los velorios... Cocas y café gratis. ¿Sólo para los familiares y amigos? Naaaahh. Son gratis para todos.

Estoy mezclando hechos, pues el velorio aún no había sido llevado a cabo. Iba a ser esa misma noche. Pero cuando arribó, no había ningún muerto, y nadie lloraba. Estaba una vieja amiga, que por cierto no lo saludó, y esto lo dejó desolado. Observó el cielo con una mirada de pregunta. Y nadie respondió.

Volviendo a lo que ocurrió en el bar, Elton vio que a ella le salió una nívea aureola de ingenuidad y de lo que todos perdemos al llegar a adultos. Aún así él se estiró hasta rodear con sus brazos su cuello de marfil y la besó en los labios. Ninguno de los dos dijo nada, y ella se volvió a la ciudad de las envidias.

Ya sentado en su cama, Elton decidió volver a comer como antes. Se limpió los oídos y comenzó a escuchar de nuevo sus melodías cansadas.

Y le vino la nostalgia de decirle que ahí en su pecho había un vacío y una falta de alguien...

FIN

(para Marisa M.)