Monday, October 09, 2006

Ab-zurdo #98

Ab-zurdo #98

Estoy resentido con uno de mis yos. Uno que hace tiempo no veía. No veía, y no venía. No salía, no quería. Me ha lastimado fuertemente. Lo peor es que no sé exactamente dónde está la herida, para echarle un poco de sal.

A ese yo le gusta cortarse las venas con canciones tristes. Canciones que le recuerdan MIS vivencias.

Hace mucho iba caminando con él, por un desconocido paraje. Discutimos, y le dije que no se metiera en lo que no le importaba. Como es tan sensible, se le salieron las lágrimas. Y eso que cuando vemos películas, soy yo y no él el que siempre acaba chillando. Le pedí su opinión sobre J. Me sugirió que abriera la sección amarilla en una página al azar, y que ahí encontraría la respuesta. Por supuesto que no me dejaría manipular por él.

Pasaron dos años, y ayer me lo encontré en un café. Estaba platicando con Z., personaje que ambos odiamos. Es chistoso, porque generalmente los odios no son compartidos por mis yos. Pero en fin, ahí estaba, y decidí esperar a que terminara su conversación.

Cuando se fue Z., fui a saludar a mi yo y me dijo "siéntate". Me dijo que estábamos en problemas. Así, en plural. Me enseñó una foto y me di cuenta del embrollo: los dos estábamos enamorados de esa misma chica. En ese momento empecé a no comer y a pensar en ella todo el tiempo.

¡Qué yo estoy haciendo de mí! Es tan profundo mi deseo, que estoy perdiendo la razón.

Quiero perdonarme a mí mismo este agravio, y sólo lo haré sabiamente postergando. "A ver qué pasa". Quiero que mi vida se rija por las reminiscencias del futuro. Plagiándome a mí mismo lo que no he inventado. Y abriendo páginas al azar, para que regrese mi risa caótica que tanto amo.

Entonces, ese yo se volverá a meter en su caparazón hasta que ella se haya ido.

O se haya quedado.

FIN

Sunday, October 08, 2006

Ab-zurdo #97

Ab-zurdo #97

Después de todo, aquella niebla ensordecedora no iba a cegar a los generosos seres de aquel suburbio de algodones.

La dulce Manolita tenía tanto que decir, que a veces pasaba las noches en vela hablándole a su reflejo en el agua del inodoro.

Humphrey era el típico descarado aceitoso. Pero con un corazón de becerro que lo hacía sangrar al ver atropellos.

Noche y día la atmósfera los encontraba intentando meterse el uno en el otro, sin conocerse aún.

Humphrey se inyectaba a diario igual número de shots que la primera cifra que leía en el boleto del metro cada mañana.

Manolita a su vez, se entretenía haciendo operaciones con las cifras del Apocalipsis, y a veces se hacía cortadas en la nuca con un cúter.

Y el día menos pensado, los dos coincidieron en aquel salón de baile. Sincronizados, mirando a todos lados con una sonrisa ridícula, esperando que alguien se fijara en su cuerpo ataviado a la pseudo moda, y con algunos kilos de más.

El espejo fue tan perfecto que dejaron de bailar.

Y se dijeron el uno al otro al mismo tiempo...

FIN

Friday, October 06, 2006

Ab-zurdo #96

Ab-zurdo #96

Bobby era un chico muy extraño que siempre hablaba a gritos. Gritos tremendos, forzados, altivos y cínicos. Como si estuviera en una podrida escuela militar y quisiera impresionar a alguien. Pero su vida no era un full metal jacket, sino una apacible vida campirana, con unos corderitos como padres, y un hermano de envidiable estupidez.

- MALDITA SEA, IMBÉCILES, ¡¡¿¿DÓNDE DIABLOS PUSIERON MI FRANELA ROJA, PINCHE COÑO??!!!

Y siempre respondía alguien con disculpas pusilánimes.

Un día, Bobby llegó del billar, sucio y ensangrentado.

- CON UN REJODIDO CARAJO, MISERABLES, ¡¿TODOS ME ODIAN, VERDAD?!!

Y después de una humillante pausa, el estúpido envidiable sonrió:

- Ya van a llegar mis tías.

Bobby esperó medio segundo para responder, mientras se le iba toda la sangre a los ojos.

- ¡¡¡Y A MÍ QUÉ CHINGADOS QUE LLEGUEN TUS PUTAS PINCHES TÍAAAAAS!!!

Y como ustedes, al leer estas líneas, me enamoré de este personaje, así que decidí darle un buen lugar en la literatura. Bobby estranguló con las piernas a sus padres, descuartizó al hermano y se dispuso a esperar entre calambres de ira a las tías. En cuanto llegaron, Tarantino mismo hubiese sudado sangre ante la violencia con que les dio la bienvenida.

Después de ese episodio, no hubo otro hombre más feliz en la tierra. Al cabo del tiempo, Bobby murió de viejo, tieso y sin nadie, pero en su magnífica choza del terror, complacido de haber nacido con la muerte.

FIN