Wednesday, October 19, 2005

Ab-zurdo "79

Ab-zurdo "79

Otra vez no me puedo concentrar. De hecho nunca en mi vida he podido hacerlo. Ni cuando fui a las Pléiades en la motito descompuesta. Ni cuando el tiempo se detuvo y yo era el único que se podía mover. Se me pasó esa chance de oro. Y me dio poquita risa.

Dios no me hizo en serio, y gracias a Dios, no me hizo en serie. De seguro fui un jocoso apunte en un margen manchado de café. Soy un espectáculo obsceno y macuarro a la vez. Vivo por la muerte, y no muero por la vida. Y qué ironía, esta risa verdadera me quitó los ánimos y ahora vivo espeluznado. Ninguna sombra me cobija. Ni la que me dan ustedes cuando velan por mí para quitarme el peso abrumador de la virtud no aplicada y el itinerario incumplido. Soy un eterno sayonara: nunca llego a tiempo a que me salven.

Cada 3 días sueño que pierdo los aviones, que luego caen y me siguen por todas partes. Y no puedo hacer nada. Sólo hipnotizarme y escribir estas líneas desde el limbo para que las lea mi propia ferocidad. Me pesan los brazos, pero sigo deseando lo tiernamente prohibido por mis padres. Deambulando voy, pintado de colores tristes, y por eso me meto en mis propios cuentos, para poder existir. Amigos, háganse a un lado. Que vengan desconocidos a curarme la cruda, y me preparen para el monolito de litio. Así que, adiós despedidas. Buenos días, noche. Salud, ebrios de mí.

FIN

Monday, October 17, 2005

Ab-zurdo #78

Ab-zurdo #78

Yo siempre quise ser como los campeones de yoyo Duncan. Cuando era chiquito, esos prietos y gordos individuos, con sus sacos baratos y su seriedad tan inalcanzable como sus suertes de pacotilla, eran mi modelo a seguir. Hoy los veo en la tele y tengo sentimientos encontrados.

El yoyo es el epítome de la paradoja de las repeticiones. El yoyo es equiparable a los mantras, o al santo rosario. Ese mensaje oculto encerrado en tan compacto y bendito pedazo de plástico, es el sagrario de las ilusiones ansiolíticas. Me pregunto por qué las niñas no compartían la gracia de Dios de esa manera. ¿Será por que son de otro planeta? Pero volviendo a la paradoja, ésta estriba en que al mismo tiempo las repeticiones nos hacen caer en un hipnótico placer de la insensibilidad, un imprudente pero bello entumecimiento de la razón, hasta perder el sentido de lo que estamos haciendo, deseando, logrando, amando, consumando, pasando y odiando.

Por qué, deseosos interlocutores, ocurre esto, ¿dónde queda entonces la mesura de la felicidad? ¿Habrá acaso una mezcla entre el ying y el yang de esta tribulación que nos atañe? ¿Una especie de Dalai Lama autista? ¿Y entonces, qué pasa con los estoicos campeones de raza de bronce, de dudosas pederastias? Desconozco la respuesta, pero con ello añadiré una cuenta más al largo hilo de perlas, del río de vuestras macabras intenciones, y la verdad me importa un comino si caen catatónicos o extasiados.

FIN.

Friday, October 07, 2005

Ab-zurdo #77

Ab-zurdo #77

Mira mi reina, estoy harto de las bandadas desbobinadas. Aquellas cintas en beta habían acabado con mi cerebro de nuez. Y dentro de mí, las guitarras incansables y el solo de batería no pudieron con Meksico city.

La siguiente agrupación alemana, inconfundible, con sus elementos sonoros de mucha improvisación, me hicieron pensar que los setentas habían acabado. Por fin se iba El Caballo Bayo, y mis progenitores de Míster Sandman, y las cintitas de colores con las que pides deseos infantiles.

El verano en Culiacán había destruído mi páncreas y mis ganas de sacarme la lotería. Lloré un poquito por el ojo izquierdo, porque por fin me iba a ir sin mis maletas.

Simone me había invitado a vivir con ella, pero lo dijo muy sin ganas... ¡Con quién me iría, diablos? No sabía nada del mundo, ni siquiera que el tiempo no existía. ¿Cómo saber quién era, si dormía envuelta en redes?

Así que mejor me tomé las medidas del busto, y las apunté en un papelito de arroz. Le prendí fuego y con él me fui, con un vendaval estupendo, por fin despojándome de lo que mis maestros me habían dicho que era malo. Y aún así permanecí aferrado a la ilusión de mi mademoiselle perfecta, grande, fuerte y rebuznante. Ya ni ustedes amigos, podrán convencerme. El terror de aquellas desoladas caricaturas ha terminado.

Soy feliz, en un remate del platillo roto de la vitrina, kingdom of madness, y le digo hola a aquel perrito negro indefenso al cual torturé cuando tenía 11 años. Esta vez sus dueños sí me cacharon. Y ahora lloro por el ojo derecho diciendo adiós a la aurora, y buenos días al reino de los comerciantes corruptos.

Éxtasis.

FIN