Thursday, November 24, 2005

Ab-zurdo #85

Ab-zurdo #85

I was licking your sole. They say it's time I met you. That fog between you and I. That cloud I feel in my my meat. Flesh and bones that make me feel you.

I still steal steel. I'm the iron man of your moments. Dear Miss Establishment... I'm so happy I miss you, I'm so excited, black denial. And I'm not going to dream of you. I'll only find you in the double dip.

You are the quick beat of the drum, my space dish, te hago here and everywhere. You make my face beautiful. You almost did me right. I'm so inmediato. Voy a ver si you wake me to reality. And I hope que no lo logres, my dear ofuscada.

Criatura experimental, no tienes dueño. Y te suerbo sin miedo. Es la hora de perderme en tus falsedades de sol y viento. Blanca y escalofriante, me mareas de amor.

Te diré una flor sin agua, te daré un discurso de un fácil trayecto. No me lleves, déjanos aquí. Cómo saber, ¿quién sabe si me elegiste a mí? Quién pudiera ser y estar, siempre desacostumbrado al tiempo.

Aspírame, quédate cegada, déjame con ganas, necesitante y necio. Vuelve a hacerme lo mismo. Encuéntrame extraviado. Rogándote el resto de ti.

FIN

Tuesday, November 22, 2005

Ab-zurdo #84

Ab-zurdo #84

Estábamos mi primo y yo cada quien en su jaula, balancéandonos alegremente. En eso, llegó un papagayo y nos dijo:

- Ráscame la cabecita.

Castigué al papagayo, con una violencia cruda, contundente, policíaca. A mi primo se le antojó prender la tele, y para nuestra malísima suerte, estaban los Teletubbies. En eso llegó la chica de la terapia, la que se parecía a Mónica Belucci. Y mientras sobaba con extraños aparatos mi rabadilla, mi primo le sacaba plática con el fin de llevársela a la cama. Yo cogí el aceite Mennen, unté al papagayo y froté con él la pantalla de la tele. La chica se me quedó viendo como si yo fuera un pordiosero. Así que sin quitarle la mirada de los ojos, besé al papagayo y se lo entregué con la mayor ternura. Ella lo guardó entre sus perfectos senos, y ahí empezó la vorágine del vértigo. Me metí por el hoyo de los ojos del diablo, y respiré el agua del pecado. Al último le di la vuelta a las aureolas de los santos reyes. Y contrario a los falsos profetas de cuando niño, estos sí me dieron mi navidad.

Cuando reaccioné, encontré al teletubby azul a mi lado, y mejor me volví a dormir.

FIN

Sunday, November 20, 2005

Ab-zurdo #83

Ab-zurdo #83

Horacio conocío a Lucía, la doctora, en el avión. Le parecía chistoso haber dormido a 10 centímetros de ella, y no haber hablado durante horas, más que cuando iban a aterrizar. Ella se tomó el pelo con la mano, señal inequívoca de que quería tener a Horacio en su lecho.
Horacio empezó a monotonizarse, a tal grado, que los loops de su corazón se volvieron un one-shot. Lucía era un espectro omnívoro que se hizo respetablemente deseoso. Bajaron del avión ya con la entrepierna jugosa. Pero en un suspiro, ella se desapareció entre la cola de migración.

Entonces Horacio corrió como nunca lo había hecho, dejó su equipaje atrás, con todo y la forma de aduanas. Quería terminar con todas las repeticiones palpitantes de su cuerpo defraudado, y sin detenerse gritó más fuerte que el eco del Aconcagua. Era un relámpago de histeria y segúia acelerando hasta la muerte. Más velozmente, electrónicamente imparable, por los cables urbanos, siguiendo hasta el mareo, hasta la saciedad cósmica, superando todas las partículas, llorando, en una llama infinita, era una supernova fugaz, carajo, creo que no me estoy dando a entender, era un pulsar, más fuerte que la luz, desesperación mayúscula dividida entre cero, algo que ni el mismo Cronos estaba entendiendo, ni yo mismo ahora que lo relato; y seguía, seguía incrementando su fulgor, más allá de los elementos, del cielo y del infierno, todo lo que existía se encontró negado por sí mismo, la realidad ya no era nada sin esa furia nueva creada, más allá de toda frontera imaginada, superando cualquier canon y todos los deseos de todos los entes que hubo jamás. Y después de eso fue aún más rápido, hasta hacer desaparecer toda relatividad, ya nada tenía sentido, era más veloz que el presente, más que la chispa de la vida, más rápido que el pensamiento y que la imaginación de Dios.

Y por fin vio a Lucía a lo lejos, antes de que la conociera, convertida en una idea, apenas un deseo del primero de sus ancentros protozoarios.

Horacio se detuvo en la luz roja. Confesó sus pecados al Juez de Triana, y tiró por la borda una moneda, la cuál sirvió para pagar la redención de nuestra doble vida.

Y hoy está recargado en un puente, en el río rojo del Mar del Plata, preguntándose por qué él. Por qué. Por qué él.

FIN
(Buenos Aires, Argentina. 20 de noviembre de 2005)

Friday, November 18, 2005

Ab-zurdo #82

Ab-zurdo #82

Lorna estaba feliz por el futuro perfecto.
- Qué chingón, las cosas que voy a hacer en el futuro.
- Ya vas, pinchi Lornita, ya vas - pero dentro de mí, pensé "pobre tarada, aparte de puerca, llena de mierda su cabecita".

Lorna prosiguió:
- Imagínate, mis obras futuras, nadie las entenderá, qué chingón.

Y mis ojos, veteados de miedo se vistieron de pospretérito otra vez. ¿Tendría razón, la canija vieja? Sin mover ni un músculo de la rechoncha cara de manatí, me explicó que mi destino se encontraba en una casa blanca, "antes de los arbolitos". Después de proferir dicho apotegma, yo me calenté y escupí la bilis. Me incorporé fastuosamente y le solté un golpe en el vientre que le hizo parir a los 2 gemelitos que les conté.

Le pagué el hospital porque soy un caballero, pero me fui y no supe más de ella hasta que llegué a Macao aquella navidad sudorosa. Telefonée al Licenciado Plasencia, para oír una vez más la mesmerizante grabación de su contestadora, pero fui interrumpido por el pensamiento de Lorna. Sus edificios imposibles invadieron mi intelecto, y sus perversos gemelos lo acabaron de colmar. Por tanto no me quedó más que caer en esta contrición embriagadora. De penitencia rezo a diario mis verbos portugueses, y además, nunca le quito las semillas a los limones. La arbolada casa blanca resultó ser mi cajita de Hello Kitty, la que me quitaron las monjas, y en ella misma escribí con tiza mi magnífico epitafio: Yo soy la morsa.

FIN

Wednesday, November 16, 2005

Ab-zurdo #81

Ab-zurdo #81

Querido Mikel:

Por fin se acerca el día de mi Happy Life. A mi tío Orestes le llegó hace poco, pero quedó casi en las mismas, pobre viejo decrépito. El Comité Evaluador llegó y vio que ya tenía casi todo en la vida, así que sólo le dieron algo de magusa y le quitaron a Rivelino, el hijo más conflictivo. Creo que después al chamaquito lo ubicaron en otro país. Yo estoy ilusionado, porque a mí me ha ido de la chingada, como te conté en mi anterior heraldo. Así que espero que yo quede bien recompensado. Quisiera una mejor hembra, como se la dieron al de la tienda de poquianchis. Y a Vincent ya ves, lo cambiaron de zona, y una casa en el Tropic Blu. No se lo merecía, el bastardo. Y a los que nunca les llega, por lo de no cumplir con los estatutos, pobres diablos. Por eso me cuido de no tener ni una sola multa de menajes. Pero, ¿sabes qué? Pensándolo bien sólo he conseguido una larga y baldada miseria sanitizada. El maldito Happy Life, logro del oro federal, no ha sido más que una maldita piedra en mi vesícula. Que se jodan, mejor que me manden de esclavo a las Silveríadas: comida y apareamiento asegurado. Y es más, tú, egoísta de mierda, dizque explorando la milla magnífica, no eres nadie. Estás viviendo la fortuna de MI destino inconcluso. Pobre de ti, imbécil. Ni siquiera te enviaré esta carta. Y como en todas mis líneas, se cumplirán cabalmente los decretos. Te tragarás tu puta vida, y la mía si quieres, y yo me iré a ser juez y parte de mi necio porvenir.

FIN

Ab-zurdo #80

Ab-zurdo #80

Ese día simplemente no llegué. En mi casa le hablaron a las cruces, a la policía, y a todos lados, pero nunca me encontraron. Lloraron durante años, y yo nunca más volví. Jamás encontraron ni mi cuerpo, ni mi rastro, ni mi estela, ni mi estrella.

Creo que impuse un récord guines sin saberlo, el de extrañar a alguien. Todo el mundo me extrañó. El Papa, Chelita, Brad Pitt, mi suegra y el señor de las paletas. Linda sabía dónde estaba yo, y aún así me extrañó. Ella me guardó los primeros días en su sexo, y después me fui en el volantín del parque surcando los verdes cielos de yerbabuena, hasta llegar al jacuzzi de Dios. Desde ahí conversábamos Él y yo, y de vez en cuando me daba órdenes, pero nunca las cumplí, y a él le dio hueva mandarme al infierno. Por eso, desde este recóndito embeleso, enalteceré los potpurrís de aquellos que atribulándose, me alfabetizaron monumentos de saudade.

FIN